Ártico

El calentamiento de la región polar impone una reforma en la Bóveda Global de Semillas

Crisis del Clima

El calentamiento de la región polar impone una reforma en la Bóveda Global de Semillas

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Frío y viento castigaban a la ladera de la montaña Plataberget, frente al aeropuerto de Longyearbyen. Los cantores del coro masculino Store Norske, pese a todo, aguantaron firmes en sus uniformes azules y sombreros blancos.

Entonaron canciones populares noruegas debajo de la lluvia, algo que nunca estuvo en el programa de la ceremonia para conmemorar el décimo aniversario de la Bóveda Global de Semillas.

El ministro de Agricultura de Noruega, Jon Georg Dale, dos docenas de periodistas y otro tanto de donantes de semillas terminaron con las ropas húmedas. Todos estaban preparados para la nieve, no para el agua, en pleno invierno ártico.

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La bóveda y el aeropuerto están a 5 kilómetros del centro de Longyearbyen, la ciudad más al norte del planeta. Los termómetros suelen registrar -15ºC en esta época, no los 3ºC positivos de aquel 26 de febrero, algo fuera de lo común en el paralelo 78ºN, a escasos 1.300 kilómetros del Polo Norte.

Unas 2.000 personas viven en la capital del archipiélago de Svalbard. Hay muchos turistas dispuestos a pagar unos 600 reales por día en hotel para ver la aurora boreal, pasear en motos de nieve y encontrar osos polares amenazados de extinción por el calentamiento global, siempre munidos de una escopeta, no sea cosa que el animal esté hambriento.

Al día siguiente, llovió de nuevo. Mucha gente dejó Svalbard sin ver la aurora boreal. El agua se congeló en el piso y muchos turistas se quedaron confinados en sus hoteles.

El equipo periodístico de Folha había reservado esta fecha para alcanzar los glaciares distantes que se encuentran en retroceso por fuerza del cambio climático. Con la lluvia, el trabajo tuvo que restringirse a imágenes de chaparrones y charcos en Longyearbyen y al costado del camino que lleva a las minas.

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En la mañana siguiente, fue posible hacer una incursión a Longyearbreen, el glaciar más pequeño en la cima del valle que da abrigo al poblado. Dos estacas clavadas en la nieve marcaban la entrada de una caverna de hielo que el derretimiento profundiza todos los veranos.

Después de mucho cavar, el guía Francisco "Chicco" Mattos encontró la escalera de acceso. Brasileño apasionado por el Ártico, vive hace siete años en Longyearbyen, donde trabaja en la producción de documentales. De entrada, la hendija se parece con una cueva de un animal, pero luego se revela una basílica comprimida de hielo salpicado por los residuos de la roca que tritura hace siglos o milenios.

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Fue una semana atípica en el Ártico. La región es que la que más se calentó en el planeta, ganando por lo menos 4 grados en las últimas dos décadas contra un grado del resto del mundo. Al final de febrero, el clima batía récords extraños.

En el norte de Groenlandia, la estación Morris Jesup, una de las más cercanas al Polo Norte, registró más de 60 horas de temperaturas positivas. El Ártico, según mediciones satelitales, estuvo hasta 20 grados por arriba de lo normal. En Svalbarde, el promedio de febrero fue de 11 grados más de lo esperado.

No habrá sido la primera vez que una reversión en el clima frustró planes de humanos en la ciudad creada por el estadounidense John Munro Longyear en 1906. En aquella época, los mineros de carbón tenían, al contrario, mucho más que temer con la nieve y las avalanchas, no con puertas de automóviles inmovilizadas por la lluvia congelada.

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La transformación climática del Ártico creó obstáculos para la Bóveda Global de Semillas construida diez años atrás por el gobierno de Noruega por 9 millones de dólares como un seguro para enfrentar el impacto del calentamiento global sobre la agricultura.

Desde entonces, 1.059.646 muestras únicas de semillas fueron depositadas en el lugar, y las últimas 76.000 el 26 de febrero, en el décimo aniversario. Son duplicados de semillas guardadas en 73 bancos donantes distribuidos por el mundo, como el del Cenargen (Embrapa Recursos Genéticos y Biotecnología) en Brasilia.

"Hay desastres naturales como el tsunami que afectó a un banco genético en Filipinas y que provocó la pérdida de material muy importante. Perdimos bancos genéticos en Afganistán e Irak", justifica Marie Haga, directora ejecutiva de la ONG Global Crop Trust, responsable por la Bóveda de Semillas. "Es reconfortante saber que, en caso de que las cosas salgan mal, podemos ir a Svalbard, recuperar las semillas y recomenzar de cero".

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La guerra civil en Siria hizo imposible llevar a cabo una importante colección del Centro Internacional para la Investigación en Agricultura de Áreas Secas (Icarda, por sus siglas en inglés) en la ciudad de Aleppo. Con las 92.430 duplicadas de Svalbard, la institución pudo reconstituir el acervo en El Líbano y en Marruecos, en 2015 (sólo la institución que depósito las semillas puede retirarlas del banco frío)

"El problema más básico de la agricultura hoy en día es que las semillas que nos alimentan no pueden adaptarse tan rápido como el clima cambiante. Las plantas y la humanidad se adaptaron al mundo, pero eso llevó decenas de miles de años", explica Haga.

"Necesitamos cruzar plantas que resistan las temperaturas más altas, que toleren una salinidad más alta en el suelo, que puedan combatir nuevas plagas y enfermedades. Y esa diversidad de cultivos es la materia prima que utilizamos".

Un ejemplo frecuente sobre lo que se puede alcanzar con cruza de variedades es la soya (soja), de clima templado. Esta fue aclimatada por Embrapa para el cultivo en el bioma cerrado tropical y hasta en la Amazonía ecuatorial.

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Una única variedad comercial de trigo, como la Veery, desarrollada en la década de 1980, es el producto de 3.170 cruzas con 51 plantas oriundas de 26 países.

Construir una fortaleza helada con el objetivo de conservar diversidad para el futuro, 14 años atrás, era una idea considerada loca, hasta embarazoso para el gobierno noruego, cuenta Cary Fowler, primer director de Crop Trust.

Fowler presentó la propuesta al Ministerio de Relaciones Exteriores en Oslo y escuchó de un joven funcionario del alto escalón: "Dr. Fowler, ¿usted está diciendo que este es el recurso natural más importante de la Tierra? ¿Y que Svalbard sería el mejor lugar de la Tierra para conservarlo?¿Cómo podríamos decir que no?".

Svalbard puede ser el mejor lugar del mundo para guardar el tesoro, pero no por eso está inmune al calentamiento global. La temperatura indica para conservar semillas es 18 grados bajo cero, y nada mejor para economizar energía, que utilizar un depósito en una montaña en la cual los termómetros varían entre 3 y 4 grados bajo cero incluso durante el verano.

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Al recorrer 130 metros de túnel en leve declive para alcanzar la cámara frigorífica de 95 m2, el visitante tiene la sensación de que el interior de la construcción es más caliente que el exterior. Eso es por la ausencia de viento, pero también por el hecho de que la temperatura externa, en días normales como el domingo (25/2) reservado para el equipo de Folha, estaba varios grados más negativa.

En un año típico, la bóveda es abierta tres o cuatro veces, cuando hay semillas para depositar. En la celebración de los diez años, hubo más de una docena de aperturas, 11 de ellas para los medios de comunicación acreditados. Un grupo por vez, acompañado por funcionarios del Centro de Recursos Genéticos Nórdicos (NordGen), encargados por la guarda del cofre.

Por razones de seguridad, está prohibido fotografiar dentro del túnel excavado en la roca, pero es evidente que hay obras en marcha. Svalbard se caracteriza por la presencia de permafrost, el suelo congelado de regiones de tundra, que no se recompuso como se esperaba en el entorno de la célebre construcción triangular que marca la entrada de la fortaleza en la ladera de la montaña Plataberget.

El derretimiento del permafrost representa un impacto del calentamiento global preocupante para los propietarios inmuebles en Longyearbyen, que corren el riesgo de quedar sumergidos. En la Bóveda de Semillas no causa problema en ninguna de sus tres cámaras frías, cada una con capacidad para 1,5 millón de muestras, pues se encuentran en medio de un macizo de piedra.

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El túnel presentó una infiltración de agua desde los primeros años de funcionamiento y ahora será reconstruido para hacerlo más impermeable. La obra está presupuestada por el gobierno noruego en 13 millones de dólares, más del valor invertido en la construcción.

El túnel será reforzado con concreto. Tendrá dos nuevos recintos para albergar equipamientos eléctricos y de refrigeración capaces de mantener la temperatura incluso en caso de un apagón de energía eléctrica. Los operadores de la bóveda aseguran que las semillas guardadas jamás estuvieron en riesgo.

Las tres cámaras están situadas en un gran atrio con revestimiento de concreto que se abre al final del túnel, con una altura de más de 6 metros y que es llamado de "catedral". Hay puertas dobles de metal en el nicho de entrada de cada una, pero apenas la del medio está recubierta de cristales de hielo. Es la única, por ahora, refrigerada a 18 grados bajo cero.

Debieron pasar dos años para que se estabilizase la temperatura deseada. Fue necesario que los compresores a diésel garantizaran el enfriamiento de la camada de roca en torno del compartimiento para evitar fluctuaciones en el frío de 18 grados bajo cero. Los equipos periodísticos tuvieron apenas diez minutos de permanencia en la sala fuerte, para evitar que el calor corporal perturbara el ambiente.

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Son media docena de pasillos con estantes de acero hasta el techo, llenas de cajas de plástico, dentro de las cuales están los sobres de hojas gruesas de aluminio revestidas de plástico en que se acondicionan las semillas, selladas con apenas 5% de humedad interna. En estas condiciones, pueden germinar hasta un siglo después de guardadas. Los idealizadores de la Bóveda de las Semillas defienden que ubicarla en Svalbard fue la decisión correcta y que la isla de Spitsbergen sigue siendo el mejor lugar.

"El calentamiento global y su efecto en el permafrost es una gran irritación, pero no es una amenaza", afirma Cary Fowler.

"No importa donde vayas a almacenar semillas, siempre habrá que bajar la temperatura que la naturaleza te ofrece. No hay lugar en la Tierra en el cual puedas llegar y salir fácilmente que te garantice una temperatura de 18 grados bajo cero constantes".

"En la parte interna de la montaña tendremos por varios siglos temperaturas de 4 grados bajo cero" defiende Marie Haga, de Crop Trust. "Tenemos otras ventajas: políticamente es una parte del mundo muy estable, sin terremotos ni volcanes. Y la comunidad de Longyeaerbyen se encarga de la bóveda, todos sabrán en un instante si en la ciudad hay personas con malas intenciones".

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"Cuando contemplo glaciares que conozco hace 30 años, veo que han cambiado más de lo que mi mujer cambió", se lamenta el meteorólogo Kim Holmén, director internacional del Instituto Polar Noruego, quien vive hace 9 años en Longyearbyen y realiza investigaciones en Svalbard hace más de tres décadas. No ahorra palabras para registrar la profunda transformación del Ártico.

"Para donde miro veo cambios obvios. El fiordo allí fuera de la ventana no está cubierto de hielo. En esta época del año (febrero) solía haber un metro, de punta a punta, y ahora son aguas abiertas. La nieve desaparece dos semanas antes en la primavera", dice.

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El espesor de los glaciares disminuye hasta 40 centímetros anuales. Las temperaturas nocturnas en invierno subieron 10 grados en los últimos treinta años mientras que las de verano no aumentaron al mismo ritmo, lo que es consistente con los cálculos sobre cómo los humanos inducen al cambio climático: "La lista es interminable".

La fauna local pasa por modificaciones acentuadas de perfil. No son apenas los osos polares los que sufren con la desaparición del hielo marino que usan como plataforma para emboscar a las focas.

Los mérgulos marinos se ven forzados a volar hacia el norte, en busca de copépodos con más grasa almacenada en su diminuto cuerpo de crustáceo. El bacalao polar parte en busca de aguas más frías y placas de hielo en cuyas grietas se protegen los alevines (cría). Otros peces de aguas más cálidas invaden el archipiélago, como la caballa, detrás de la cual llegan nuevas especies de pájaros, como el alcatraz común.

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"El oso polar es un símbolo para todo el ecosistema, pero el bacalao polar es parte de el, así como la ballena beluga, los narvales y otras especies que dependen del hielo marino", dice Holmén. "Somos pocos los privilegiados que podemos ver los osos polares en su hábitat natural. Mucha gente piensa que el mundo estará más pobre si el oso polar desaparece".

Algunas de estas personas, en caso de que tengan recursos y coraje para enfrentar el frío, visitan Svalbard con la esperanza de contemplar al oso amenazado. Circulan por la isla de Spitsbergen en vehículos movidos a diésel y motos de nieve que queman gasolina.

Camino al aeropuerto, la usina termoeléctrica consume la energía fósil del carbón para la calefacción de restaurantes y hoteles, además de agravar el efecto invernadero y alimentar a los generadores que mantienen la Bóveda de Semillas a 18 grados bajo cero.

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Noruega paga por la Bóveda de las Semillas, puso 1.000 millones de dólares en el Fondo Amazonía para actividades que reduzcan la presión sobre la selva brasileña y ofrece pesados incentivos fiscales para convertir a la electricidad a toda su flota de automóviles. Sin embargo, su riqueza deriva casi toda del petróleo y del gas natural, que produce y exporta a partir del Mar del Norte.

"Como un país rico que obtiene ganancias de combustibles fósiles, tenemos que cambiar nuestra economía, porque ya sabemos que la industria de petróleo y gas será menos importante en el futuro", concede Ola Elvestuen, ministro de Clima y Ambiente de Noruega.

"No es algo que podamos apagar en forma simple. Necesitamos estar a la vanguardia de la reducción de emisiones, asumir responsabilidades de nuestra parte y pensar en cómo se puede hacer una economía más diversa".

"La industria es parte de la solución, no es el enemigo. Usted y yo somos parte del problema. Usted y yo somos parte de la solución. Si no comenzamos a fabricar y consumir productos que requieran menos petróleo nada va a cambiar", pondera Kim Holmén, del Instituto Polar Noruego.

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