Um mundo de muros

Serbia | Hungría

Las barreras que nos separan

La política antiinmigración del primer ministro húngaro deja a miles de inmigrantes y refugiados de África, Asia y Medio Oriente en el limbo, en medio del bosque y de la nieve

Persistencia

En la puerta de Europa, tratar de entrar al continente se transforma en un ciclo de incertidumbre constante

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Dos cercas paralelas, de cuatro metros de altura, se extienden a lo largo de los 175 kilómetros de frontera entre Serbia y Hungría para impedir la entrada de refugiados e inmigrantes.

La primera es una cerca sencilla de alambre de púas, construida en septiembre de 2015. La segunda es una barrera de alta tecnología, que fue terminada en marzo de 2017. Está equipada con sensores eléctricos que dan leves descargas a aquellos que tratan de pasar del otro lado del muro e informan a los guardias la ubicación exacta del intruso.

Hay cámaras de visión nocturna y sensores térmicos que detectan la aproximación de personas. También hay altavoces por donde se dan advertencias, en tres idiomas, inglés, árabe y farsi: "Atención, usted está en la frontera de Hungría, que es propiedad del gobierno húngaro; si usted daña la valla, cruza ilegalmente o intenta pasar, estará cometiendo un crimen".

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Pese a los dispositivos de seguridad, miles de sirios, afganos, paquistaníes e iraquíes no renuncian a lo que llaman "the game", el juego, el intento de cruzar la frontera ilegalmente en busca de una vida mejor en la Unión Europea (UE).

Durante semanas, los inmigrantes permanecen escondidos en el bosque, en grupos de diez a treinta personas, en un lugar llamado "the jungle", la selva, esperando el momento indicado para cruzar la frontera. Cuando el traficante de personas llama durante la madrugada, los grupos corren hacia la frontera.

La táctica es separarse: 30 personas entran por un lado y 20 por el otro. La policía no puede atraparlos a todos a la vez y algunos logran pasar.

La primera cerca fue construida por el primer ministro húngaro, el nacionalista Viktor Orban, durante el momento más extremo de la crisis de refugiados. En esa época, una multitud de más de mil personas por día trataba de entrar a Hungría. El número cayó mucho, sin embargo, hoy todavía hay unas 50 personas que tratan de cruzar la frontera todos los días de forma ilegal.

El paquistaní Rana Muzzafar Sabir, de 28 años, ya intentó cruzar de Serbia a Hungría 11 veces. Hace un mes, durante su último intento, policías húngaros lo capturaron dentro del territorio de Hungría y lo golpearon. Lo patearon en los ojos y le rompieron la nariz, cuenta el joven. Después, lo deportaron a Serbia. Pero no fue al hospital porque tenía miedo de que apareciera la policía.

{{info=1}} [[info – refugiados que chegam à europa ano a ano]]]

La organización Médicos Sin Fronteras (MSF) proporcionó atención médica a 106 personas víctimas de violencia policial en la frontera húngara entre enero de 2016 y febrero de 2017. En la mayoría de los casos, los inmigrantes tenían signos de haber sido golpeados, mordidas de perros y huesos rotos. Los refugiados cuentan que durante el invierno, la policía arrojaba agua fría en las ropas y los dejaba por horas en la nieve, con -10°C.

Sabir salió de su casa, en Lahore, hace ocho meses. Pasó por Irán, Turquía, Bulgaria y Serbia. "Estoy cansado, pero sigo firme", dice Sabir desde "la selva", lugar donde se esconde, en las afueras de Subotica, en Serbia. Él y otros diez paquistaníes acampan en el lugar, que está lleno de basura, donde hay algunas mantas en el suelo y una tienda.

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En una parrilla delantera de un jeep que ahora es usada para cocinar, los refugiados asan pan chapati y cocinan pollo al curry con provisiones traídas por una ONG. Cargan sus teléfonos celulares en estaciones de servicio y sobreviven tomando bebidas energéticas.

Muchos de ellos aprendieron algo de inglés durante el camino, viendo videos en YouTube y escuchando música en sus celulares.

Para despistar, cada noche duermen en un lugar diferente, muchas veces dentro de vagones de tren abandonados. Vuelven a "la selva" para cocinar y esperar el llamado del coyote, que cobra 2500 euros por el cruce de Serbia a Austria, a través de Hungría.

Normalmente, sólo pagan si logran llegar al destino final, pero algunos traficantes exigen un "pago inicial" que es no reembolsable.

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{{info=3}} [[[número de refugiados em países europeus que mais os recebem]]]

"A veces me deprimo mucho, no me acostumbro a esta vida", dice Sabir, que tiene un MBA en Finanzas y trabajaba como contador para Pepsi, en Lahore. Salió de Pakistán porque comenzó a ser perseguido por el grupo terrorista Lashkar-e-Taiba. "Y cuando llegué aquí, mucha gente decía que éramos terroristas".

Hameedullah Suleiman, de 18 años, es de Afganistán y ya intentó cruzar la frontera seis veces. Uno de los mejores estudiantes de su clase, estaba estudiando ingeniería aeronáutica en Pakistán con una beca. Sin embargo, sus padres le exigieron volver a su pueblo, en el sur de Afganistán.

"De haber vuelto, hubiera tenido que dejar de estudiar para cultivar la tierra con mis hermanos, por no hablar del Talibán, que mató a mucha gente que conozco", dice Suleiman, que vive en "la selva" desde hace un mes. "A veces pienso: ¿qué está pasando con mi vida?".

Suleiman quiere ir a Londres, donde vive uno de sus tíos.

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Existen cerca de 6000 refugiados en Serbia que esperan poder entrar a la Unión Europea.

Muchos viven en los campos de refugiados y están en listas de espera para entrar a Hungría, donde analizarán su pedido de refugio. Sin embargo, el proceso puede demorar dos años y muchos nunca obtendrán refugio. Por eso, tratan de cruzar ilegalmente.

En el campo de Obrenovac, en un suburbio de Belgrado, viven 950 hombres solteros, 250 de ellos menores de edad.

Según Mirjana Ivanovic-Milenkovski, vocera del ACNUR, la agencia para los refugiados de las Naciones Unidas, uno de cada cuatro refugiados en Serbia, en la actualidad, es menor de edad, y muchos de ellos no están acompañados.

En Obrenovac, pasan el tiempo jugando criquet o navegando por Internet en sus teléfonos. Usan el campamento como dormitorio. Después de algunos días allí, vuelven a "la selva", y tratan de cruzar a Croacia o Hungría.

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En 2015, más de 400.000 inmigrantes pasaron por Hungría, la puerta a la Unión Europea, en su camino hacia países como Alemania y Suecia, que son los más amigables con los refugiados.

Después de la construcción de la cerca, el aumento de la vigilancia en aguas turcas y el acuerdo que se firmó en marzo de 2016 entre la UE y Turquía para trasladar a los inmigrantes que llegaran a Grecia al país euroasiático, el número de inmigrantes cayó.

Sin embargo, muchos refugiados están todavía en campos de Grecia (más de 60.000) y Serbia (más de 6000).

Una parte importante de los sirios e iraquíes que llegaron en esa época logró ser acogida como refugiados por la UE.

Los ciudadanos de países como Pakistán, Bangladesh y Afganistán, que tienen más dificultades para recibir el estatus de refugiado, se quedan atrás, así como los pocos que continúan llegando.

{{info=4}} [[[[info: principais rotas]]]]

{{imagem=1}} [[[info: renda na sérvia, hungria, alemanha, paquistão e afeganistão]]]]

"La mayoría no tiene ninguna perspectiva de entrar legalmente; la lista de espera tiene miles de personas, Hungría sólo está admitiendo a ocho por día para que ingresen al área de tránsito, mientras que sus casos son analizados. Aún así, después de examinar el caso, la mayoría no obtendrá refugio", dice Stephane Moissaing, jefe de la misión de MSF en Serbia.

"Todos sabemos que no es una crisis de refugiados. De los que llegan, un 95% son migrantes económicos, no son perseguidos, pero quieren una vida mejor", dice Zoltan Kovacs, vocero del primer ministro húngaro Viktor Orban.

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"Todos quieren el estilo de vida europeo, y la frontera abierta transmite el mensaje de que es posible, pero Europa no puede asumir la responsabilidad por todos ellos".

Para Robert Molnar, alcalde de la ciudad fronteriza de Kubhekhaza, que no está de acuerdo con Orban, dice que defender que Hungría no debe recibir migrantes económicos es un argumento egoísta.

"Cerca del 10% de la población húngara salió del país en busca de mejores oportunidades, entonces esos húngaros tienen derecho a buscar una vida mejor, ¿pero los inmigrantes que vienen aquí a hacer lo mismo no lo tienen?", dice Molnar.

Desde 2012, Orban, que llama a los inmigrantes de "caballo de Troya del terrorismo", viene implementando una política antiinmigración. El gobierno húngaro lanzó una campaña con carteles que decían: "Si usted viene a Hungría, no tome los empleos de los húngaros", y "Si usted viene a Hungría, debe respetar nuestra cultura".

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Orban aprobó leyes que autorizan el confinamiento de refugiados, cuyos casos están siendo analizados, en centros de detención. Estos centros son containers rodeados de alambre de púas, donde los refugiados viven durante meses, y fueron criticados por el ACNUR y la UE.

Orban también creó una división policial llamada Cazadores de Frontera y tiene la intención de reclutar a 3000 personas.

La construcción de la cerca fue ampliamente apoyada por la población. Imre Csonka, agricultor en Horgos, en la frontera con Serbia, dice que recuerda el día en que miles de refugiados y migrantes pisotearon su plantación de crisantemos, en 2015.

"Ellos destruyeron todo mi trabajo", dice. "La valla es necesaria, la policía por sí sola no estaba logrando detener a toda esta gente", dice, mientras pasa el tractor por sus tierras, a pocos metros de la cerca.

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De acuerdo con el gobierno de Hungría, el gasto con la cerca, la vigilancia policial, las áreas de tránsito y las campañas suma 1000 millones de euros.

"Hungría no debería recibir a un solo inmigrante", dice el camionero Attila Szegedi, de 45 años, que solía ser miembro de una milicia privada organizada para defender las fronteras. "El Islam no es compatible con nuestra cultura", dice.

Cree que la cerca es una buena medida, pero que el gobierno no es lo suficientemente duro con los castigos para aquellos que ingresan ilegalmente al país.

"Queremos que la gente vea lo que sucedió en Alemania, Francia y Suecia debido a los inmigrantes. Hay una ola de crímenes, violencia contra las mujeres", dice.

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"No negamos que haya problemas de seguridad, pero el gobierno está exagerando y asustando a la gente", dice el sociólogo Mark Kékesi, fundador de la ONG Migration Aid (ayuda a la inmigración), en Szeged.

"La legitimidad del gobierno de Orban depende de eso, el pensamiento de los votantes es: 'Ellos pueden ser corruptos, pero defienden a nuestro país de estas personas que quieren tomar nuestros empleos y violar a nuestras hijas'".

Para el activista Tibor Varga, de 61 años, de la Eastern Europe Outreach, la crisis migratoria es más compleja y no será resuelta sólo construyendo cercas.

"Imagine la siguiente situación: usted recibe en su casa a una familia de diez personas en situación de calle. Como usted fue una buena persona y los ayudó, ellos llaman a otras dos familias de diez miembros cada una y piden también ser recibidos", dice Varga, que trabaja desde hace siete años con refugiados en Serbia.

"¿Qué haría? ¿Usted tiene la capacidad de ayudar a todas esas personas? No existen las respuestas sencillas".

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Algunos días después del encuentro con Folha en "la selva", el paquistaní Sabir trató de cruzar la frontera por duodécima vez, y tuvo éxito.

Sabir caminó durante cuatro días para cruzar Hungría, sin nada para comer, sólo tomando agua. Fue orientándose con el GPS de su celular, pero, cuando la batería se acabó, cambió el Google Maps por su instinto. Ahora está en un campo de refugiados en Austria. Desde allí, quiere ir a Francia, donde le gustaría vivir.

El afgano Hameed también cruzó unos días después del encuentro con Folha, pero fue capturado por la policía húngara. Fue deportado y ahora está en un campo de refugiados en Belgrado. Tiene la intención de cruzar, pronto, una vez más, la frontera. Esta vez, a través de Croacia.

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