El agronegocio financia conferencias destinadas a ruralistas que brinda un escéptico sobre cambio climático en la región de Matopiba
22.mai.2018 - 02h00
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Una platea de más de 400 productores de soja, en el corazón del agronegocio brasileño, aplaudió ampliamente la presentación del meteorólogo Luiz Carlos Molion.
"El calentamiento global es un mito: la temperatura mundial no está aumentando, vivimos ciclos de calentamiento y enfriamiento que siempre existieron", decía Molion, conocido escéptico sobre la noción del cambio climático, en octubre del año pasado. Su conferencia había sido patrocinada por Agroul, concesionaria de la multinacional de máquinas agrícolas John Deere, por la fabricante de fertilizantes Fertilaqua y por la Fundación Bahia, entidad de investigación científica sostenida por productores del estado de Bahía.
"El CO2 no causa efecto invernadero y la acción del hombre es insignificante para causar efectos sobre clima", afirmaba Molion, en un auditorio decorado con tractores en la ciudad de Luís Eduardo Magalhaes, donde se concentra la producción de soja en el oeste de Bahía.
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Luís Eduardo Magalhaes forma parte de la región conocida como Matopiba (Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahía), la más nueva de las fronteras agrícolas de Brasil. Este lugar alberga la mayor parte de las tierras que aún no fueron explotadas en el país. Aquí, las ideas de Molion son repetidas como un mantra por los productores rurales.
El académico jubilado ofrece unas 50 conferencias anuales en diversos estados brasileños, contratado por empresas como Syngenta y Casa do Adubo, además de asociaciones de productores, alcaldías y gobiernos estatales. El miércoles 16 fue el principal expositor en la convención de soya (soja) Soy Sur, patrocinada por la Bolsa de Chicago (CME Group), en Ciudad del Este, Paraguay.
Durante sus ponencias, el habla sobre la tendencia del clima para la cosecha siguiente, de los próximos diez años, y denuncia la "falsedad científica llamada calentamiento global". "Les muestro a los agricultores que ellos no son los culpables, que el CO2 y el metano no tienen nada que ver con la variación climática y que la deforestación no tiene influencia sobre el régimen de lluvias", dijo Molion a Folha.
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Físico e investigador jubilado del Instituto de Pesquisas Espaciales (Inpe), Molion goza de poca credibilidad en el ambiente académico. "Que alguien diga que la molécula de gas carbónico no ejerce efecto invernadero atmosférico, esto es, que no absorbe y reemite radiación térmica, es una burrada anti-científica equivalente a decir que la Tierra es plana" dice el meteorólogo Carlos Nobre, presidente del Panel Brasileño de Cambio Climático y exinvestigador del Inpe.
"Es irónico ver empresas que dependen tanto de la ciencia para desarrollo de sus productos patrocinen en forma irresponsable y antiética la pseudociencia, pensando apenas en la ganancia que la expansión de la frontera agrícola les va a traer".
La presidenta del Sindicato (patronal) de Productores Rurales de Luís Eduardo Magalhaes, Carminha María Missio, representa a más de 1.400 productores rurales y unos 2 millones de hectáreas de área plantada, equivalente al estado brasileño de Sergipe. Missio afirma que no existen pruebas de que la Tierra se está calentando ni que el hombre tiene algo que ver con eso.
"Nadie sabe lo que es un dato y lo que es opinión. ¿Qué fue lo que terminó con los dinosaurios? ¿Fue la deforestación?", indaga. Según ella, su región tuvo cuatro años de sequía, de 2012 a 2016, y ahora está volviendo a la "normalidad".
Las investigaciones científicas, en tanto, indican lo contrario.
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Según un relevamiento de Ludmila Rattis, de las ONGs de investigación Woods Hole Research Center (WHRC, de Estados Unidos), y el Instituto de Pesquisa Ambiental de la Amazonía (Ipam), la temperatura promedio de la región de Luis Eduardo Magalhaes y Barreiras aumentó de 0,7ºC y 0,8ºC entre 1901 y 2015.
La investigadora usó datos de la Climate Research Unit de Universidad de East Anglia (Reino Unido). Constató que hubo aumento de hasta 2ºC en sectores del cerrado, como se conoce al bioma de la llamada 'sabana brasileña', en el sur del estado de Goiás. Destaca que el estudio apenas apunta que hubo, sí, un aumento en la temperatura, pero no analiza si esto ya puede ser atribuido a la acción del hombre.
El régimen de lluvias también sufrió alteraciones. Una disertación de la maestría de la bióloga Juliana Oliveira Campos, de la Universidad de Brasilia (UnB), indica que hubo una caída del 8,4% en las precipitaciones en el cerrado entre 1977 y 2010. En el sur de este bioma, en el estado de Goiás, la reducción de lluvias llegó a 10,6%, mientras que en el norte, en el Matopiba, fue de 4,7%.
"Creemos que la reducción de las lluvias fue menor en el Matopiba porque la deforestación fue más pequeña y tuvo un inicio más tardío", dice Juliana. El retiro de árboles del cerrado y su sustitución por pastizales y sembradíos habría llevado a una reducción de evapotranspiración (pérdida de agua del solo por evaporación, y en las plantas por transpiración), que disminuye la formación de lluvias.
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Marcos Heil Costa, profesor de climatología de la Universidad Federal de Viçosa (UFV) y coordinador de un estudio sobre el potencial hídrico del oeste de Bahía, considera que la sequía de los últimos años no forma parte de un ciclo natural.
"La sequía está durando más de lo normal, entrando en su sexto año. Y en 2017, a pesar de que volvió a llover en algunas áreas, las lluvias comenzaron muy tarde. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), creado por la ONU y la Organización Meteorológica Mundial, prevé una expansión del área del semi-árido hacia el cerrado", dice.
El sector agropecuario es el principal productor en Brasil de emisiones de gases que agravan el efecto invernadero y tienen como consecuencia la suba de la temperatura promedio de la atmósfera terrestre.
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De acuerdo con el Sistema Nacional de Registro de Emisiones, 33% de ellas vienen del sector de energía, la mayoría de la quema de combustibles fósiles. En segundo lugar se encuentran las emisiones directas de la actividad agropecuaria, con 31%, por medio del uso de fertilizantes (que lleva a la emisión de óxido nitroso), del metano expelido por el ganado y la quema de combustible de máquinas agrícolas y de transporte.
Y, en tercer lugar, en el cómputo final, aparece la deforestación, con 24%. Como la tala de bosques se hace para aumentar el área de pastizal y agricultura, la actividad agropecuaria responde en realidad por el 55% de las emisiones brasileñas.
Hoy, el Matopiba concentra el área más grande para la agricultura aún disponible en Brasil, debido a que su conversión fue tardía. El Sudeste comenzó a ser transformado hacia la agropecuaria siglos atrás, y la Amazonía, en gran escala, en la década de 1970.
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El cerrado, em cambio, comenzó a ser explotado apenas hace tres décadas, con la llegada de inmigrantes de los estados de la región sureña, como Rio Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná. Iban detrás de las tierras que eran muy baratas por causa del desafío de hacer que el suelo ácido comience a producir.
Los productores, en tanto, están expandiendo la actividad agropecuaria hacia lugares donde no hay viabilidad económica, por exigir un uso excesivo de productos químicos para corregir el suelo y la irrigación, advierte André Guimaraes, director ejecutivo de Ipam.
"No estamos en contra de la producción agropecuaria, pero es necesario orden la ocupación del Matopiba. En lugar de expandir el agro hacia áreas donde no hay viabilidad económica necesitamos preservar estas áreas", dice Guimaraes.
Muchos productores, incluso sin creer que el cambio climático llegó para quedarse, se están adaptando a una realidad más seca y caliente. Pedro Cappellesso, de 30 años, y su familia tienen un campo de mil hectáreas donde producen 70.000 sacas de soja, una cantidad suficiente para llenar más de cien camiones con acoplados de tres ejes.
Así como una gran parte de los productores de la región, el también hace rotación de cultivos y siembra directa, dos técnicas agronómicas para preservar el suelo. En el sistema de siembra directa, la tierra no queda "desnuda", sujeta a la erosión y a inundaciones, pero cubierta con los rastrojos, restos de paja y de culturas como como maíz, sorgo, mijo y pasto. Antes de sembrar, el suelo no es revuelto por el arado.
Esta práctica reduce la pérdida en el suelo por erosión y los gastos con combustibles, semillas y fertilizantes. También reduce las emisiones. Cappellesso ahora usa el sorgo para la rotación de cultivos. "No plantamos más el maíz porque consume mucha más agua y entendemos que el río está causando problemas", dice.
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Las continuas sequias que afectaron a la región, más la concesión desorganizada de autorizaciones para retirar el agua para irrigación, viene disminuyendo el caudal de algunos ríos. El agua hace la diferencia en la productividad: la soya sin irrigación, o de secano, rinde 60 sacas por hectárea. Así, el rendimiento aumenta a entre 80 y 85 sacas.
"El norte del cerrado vive una situación crítica. Si la sequía persiste, la actividad agrícola en la región va a ser anti-económica", dice Mercedes Bustamante, del Departamento de Ecología dela Universidad de Brasilia (UNB).
El aumento de la temperatura, aliado a la reducción del caudal de los ríos y al avance de las grandes propiedades agrícolas, han provocado el aumento de conflictos por el agua y las tierras.
La región de Correntina, en el estado de Bahía, fue escenario de una invasión en noviembre de 2017. Unos mil pequeños agricultores ocuparon la propiedad llamada "Fazenda Igarashi" y destruyeron las instalaciones. Culparon a esta hacienda por el bajo caudal del río Arrojado, que está dejando inviable la agricultura de los ribereños.
Los pequeños productores usan sistemas de irrigación tradicionales, como regadíos y la rueda hidráulica, que no funcionan cuando el caudal del río cae mucho. La hacienda Igarashi volvió a funcionar recientemente y líderes locales afirman que van a invadirla de nuevo si los ríos vuelven a bajar.
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"El año pasado, el agua que venía por el regadío (canal construido por los productores para irrigación) desapareció, teníamos que quedarnos despiertos toda la noche y turnarnos para juntar un poco de agua y lograr mojar la tierra. Fue una tristeza, murió el maíz, el frijol, todo", dice Adolfo Batista de Oliveira, de 55 años. El agricultor planta una hectárea de maíz, patata y frijol para sustentar a su familia, de seis integrantes.
"La crisis hídrica es obvia y la reducción del caudal de los ríos es percibida por toda la población", dice Luciana Khoury, fiscal de la Justicia Ambiental en la región. Para ella, el problema es que no existe un plan de la cuenca estableciendo lo que puede ser retirado de los ríos y del acuífero Urucuia, que abastece a la zona, sin que eso amenace a la seguridad hídrica.
Khoury pidió em diciembre de 2015 la suspensión de la concesión de licencias para la captación de los ríos hasta que el plan de cuencas estuviera preparado, pero no su recomendación no fue acatada por el gobierno estadual.
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De acuerdo con Marcos Costa, de la UFV, los datos apuntan a una disminución promedió del caudal de los ríos de la región, pero el fenómeno, aclara, se debe más a la sequía prolongada que al aumento del retiro de agua para irrigación.
Costa dice que hoy en día los permisos para retirar agua son concedidos con base a informaciones que están desfasadas. "No se analiza, por ejemplo, cuál es el impacto de la multiplicación de los pozos sobre aguas subterráneas, como las del acuífero Urucuia".
Mercedes Bustamante diferencia que el agronegocio no constituye un bloque homogéneo: "Existe una parte de grandes productos agrícolas muy conscientes, que practican una agricultura sostenible innovadora, usando alta tecnología. Ellos están usando métodos de conservación del suelo, reduciendo el uso de fertilizantes, porque, además de ser ecológicamente positivo, reduce el riesgo económico".
El climatólogo Carlos Nobre, por su parte, opina que la agricultura "cometerá un suicidio si no se adapta a los cambios climáticos que ya ocurren y seguirán ocurriendo por mucho tiempo como por ejemplo el aumento de los extremos de temperatura como sequías y olas de calor que tanto daño causan".
Ante una consulta del cronista, las empresas que financian las conferencias del profesor escéptico dicen que no comparten sus ideas y afirmaron estar comprometidas con acciones de mitigación del cambio climático. Fertilaqua informó que contrata a Molipon porque el tiene buena credibilidad para la previsión del tiempo y no a causa de su campaña contra la idea de calentamiento global.
Según la empresa Syngenta, la contratación se dio debido al amplio conocimiento de Molion sobre el cultivo de café y su sistema de previsión climática. "Esta visión (del escepticismo climático) no se alinea con Syngenta", dijo la compañía en un comunicado.
John Deere afirma que las declaraciones hechas por cualquier conferencista son opiniones personales y no representan la posición de la firma. La multinacional sostuvo que reconoce el cambio climático y que está comprometida con la agricultura sostenible.
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La Casa do Adubo, red de tiendas de insumos agropecuarios, afirmó que contrata al conferencista porque suele acertar las previsiones climáticas pero también por sus críticas a la tesis del calentamiento global.
Molion afirma que las empresas lo contratan para llamar la atención, porque saben que sus charlas son muy populares.
Molion "acierta la previsión de sequias, muestra que no existe calentamiento global y que no es todo culpa del agricultor", dice Alejandro Moreira Maciel, de 41 años, que produce banana y mamón en Barreiras, en el estado de Bahía.
"Nos gusta mucho la evaluación científica que el tiene. En 2010 previno la sequía pesada que tuvimos en 2012", dijo Nílson Vicente, director ejecutivo de la Fundación Bahía. "Si existiera verdaderamente el calentamiento global, el café ya lo habría sentido, porque es muy sensible a la temperatura"
Hay otros científicos em la región que comparten la opinión de Molion, como Ricardo Reis Alves, profesor de Geografía de la Universidad Federal del Oeste de Bahía, constantemente consultado por la Asociación de Agricultores e Irrigadores de Bahía (AIBA).
"La película de Al Gore debería llamarse 'Una Mentira Cómoda' y no 'Una verdad Incómoda'", dice el agrónomo Valmor dos Santos, de 59 años, vicepresidente del Programa de Agronomía Sustentable en LEM. "Son los intereses extranjeros intentando perjudicar nuestra agricultura, que es la más productiva del mundo".
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