La sequía histórica ya dura seis años y amenaza con convertirse en regla en el semiárido
24.abr.2018 - 02h00
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Volver a foja cero. Ese es el sentimiento del agricultor Inácio Manuel da Silva, de 73 años, luego de que la sequía diezmó su cocotal en el lote donde trabaja hace 44 años. Habitante de Sousa, a 440 kilómetros de Joao Pessoa, capital del estado de Paraíba, recolectaba 21.000 cocos cada 45 días, en un espacio de 4 hectáreas (el equivalente cinco canchas de fútbol). "Hoy, si tuviera un coco bueno aquí, ustedes ya estarían tomando agua de el".
En la memoria de Silva y de otros campesinos "sertanejos", la aridez actual, iniciada en 2012, es la más prolongada por la cual ya pasó el nordeste de Brasil. Pero en los discos rígidos de los científicos, las simulaciones prevén que el déficit hídrico de los últimos tiempos debe convertirse en "la nueva normalidad" del a región, empujada por los cambios climáticos globales.
Las previsiones para el semi-árido del Panel Brasileño de Cambio Climático (PBMC, por sus siglas en portugués), una iniciativa gubernamental, son sombrías. Hasta 2040, se proyecta la disminución de 10% a 20% de las lluvias y el aumento de temperatura entre 0,5°C a 1°C. Para 2070, la elevación estará del 1,5°C a 2,5°C, mientras las precipitaciones se reducirán entre 25% y 35%.
Este escenario eleva el riesgo de aumento de la desertificación, desatada sobre todo por el uso inadecuado del suelo, como la deforestación del bioma caatinga para la producción de leña.
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El semiárido está más seco y se está expandiendo. En noviembre de 2017, la Superintendencia del Desarrollo del Nordeste (Sudene) incluyó 73 municipios a la región que pasó a tener 1.130.446 km² (13,3% del territorio brasileño). Los 1.262 municipios están distribuidos por los nueve estados del nordeste, además de una parte de Minas Gerais (uno estado de la región sudeste).
Para que un municipio sea considerado parte del semi-árido y así recibir programas de ayudas como líneas de financiación es necesario poseer al menos uno de tres criterios. El más utilizado es el de la precipitación pluviométrica promedio anual igual o inferior a 800mm. Como comparación, en la ciudad de Sao Paulo, la más grande del país, en la región sudeste, llueve 1.500 mm por año.
La vinculación de los seis años seguidos con lluvia por debajo del promedio en el nordeste con el cambio climático divide a los investigadores. Unos ya establecen la causalidad, mientras que otros consideran que es muy temprano para sacar esa conclusión.
Mientras tanto, prácticamente existe un consenso cuando se trata de las próximas décadas. Un ejemplo es un reciente estudio de la Fundación Getulio Vargas sobre la cuenca del río Pitancó-Piranhas-Açú, en las zonas desérticas de los estados de Paraíba y Río Grande do Norte, una de las regiones más áridas del país.
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Hasta 2065, el déficit hídrico acumulado en la cuenca de 43,6 mil km2, área del tamaño del estado de Río de Janeiro, deberá ser hasta 133% más grande en comparación con el escenario que no considera el cambio climático.
Para entender el semi-árido nordestino cada vez más seco, Folha recorrió, en enero, cerca de 500 kilómetros a lo largo de esta cuenca, que reúne a más de 1,4 millón de habitantes y está localizado en el nordeste septentrional, marcado por la extrema aridez.
En las ciudades y en la zona rural mapeadas por el informe de la FGV el equipo periodístico encontró presas y grifos casi vacíos, flora de la caatinga grisácea, agricultores acumulando perjuicios, ganado muerto y una gran ansiedad por la inminente llegada de las aguas de la transposición del Río San Francisco.
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Reza la leyenda que, durante su viaje por Brasil, la cantante estadounidense Madonna gustó tanto del agua de coco del Perímetro Irrigado de Sao Gonçalo, en Sousa, estado de Paraíba, que pasó a importarla en grandes cantidades. Otros cuentan que la fama de ser el agua de coco más dulce de Brasil provocó una ola de falsificaciones del rótulo de origen.
Todo esto quedó en pasado. Antes abastecidos por la presa São Gonçalo, que represa el río Piranhas, los canales de irrigación están secos y destruidos por la falta de mantenimiento. Construidos en los años 70 por el Departamento Nacional de Obras contra la Sequía (Dnocs), hasta el inicio de la época seca sostenían a la agricultura en un área de 4.000 hectáreas.
Hoy, los pocos cocotales verdes, que beben cada uno 200 litros diarios de agua, sobreviven alrededor de los pocos pozos artesianos aún viables. Son oasis en el medio de los campos abandonados, donde predominan fantasmagóricos árboles secos o troncos atravesados en el suelo.
"Algunas personas emigraron hacia Brasilia, otras a Sao Paulo. Unas tienen empleo temporario y otras sobreviven del apoyo de los padres, que cobran jubilación rural", afirma el presidente de una cooperativa local, Isaías Raimundo, de 33 años.
Raimundo estima que apenas el 5% de los cocotales de los 82 socios hayan sobrevivido. En el lote de 3 hectáreas de la familia, no quedó ninguno de los 600 árboles. "Hace poco planté media hectárea de banana y también están casi muriendo", lamenta el dirigente comunitario.
Según la FGV, en toda la cuenca Piancó-Piranhas-Açu las pérdidas con la sequía en cinco años suman unos 3.000 millones de reales (unos 930 millones de dólares), equivalente al 3,1% del Producto Interno Bruto de la región.
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Más cerca de la desembocadura, en Río Grande do Norte, agricultores del asentamiento Novo Pingos, en Assu, a 214 kilómetros de Natal, perdieron todos los árboles de cajú en un área de 500 hectáreas. El perjuicio no fue mayor porque los árboles fueron cortados y vendidos como leña.
La buena noticia es que, dentro de poco, la seguridad hídrica de la región debe mejorar. Después de seis años de atraso, el Ministerio de Integración Nacional promete entregar, en el segundo semestre de 2018, los 260 kilómetros del Eje Norte del desvío del Río San Francisco, que alimentará la cuenca Piancó-Piranhas-Açu. En Sao Gonçalo, esto significa más agua para la presa y perennizar el río Piranhas, que corta el perímetro.
En el Eje Este, inaugurado en marzo de 2017, el refuerzo del Velho Chico (como se le dice cariñosamente en Brasil al Río San Francisco) normalizó el abastecimiento de decenas de ciudades de Pernambuco y Paraíba, incluyendo Campina Grande, que se encontraba al borde del colapso.
El estudio de FGV analiza, sin embargo, que la transposición, presupuestada en 9.600 millones de reales (unos 3.000 millones de dólares), tampoco será la panacea para la cuenca: en el caudal previsto, las aguas del San Francisco tienen el potencial de reducir como máximo el 40% de su déficit hídrico.
"En carácter de emergencia, la transposición puede ser una buena alternativa si está bien gerenciada. Pero en el largo plazo no existe ninguna medida redentora. La reducción de los daños de la sequía sólo será posible por medios de acciones coordinadas que tengan en cuenta a los sistemas hídricos locales", afirma la ingeniera ambiental Layla Lambiasi, co-autora del estudio.
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Con más de cuatro décadas de experiencia en el lugar, el agricultor jubilado Inácio da Silva cree que, incluso con más agua, los agricultores no tendrán dinero para invertir en replantar coco, algo que lleva tres años y medio para iniciar la producción.
"Volvimos a foja cero. Los terrenos están descubiertos, nadie tiene está produciendo", dice Silva. "Empleo no hay, los viejos están jubilados y los hijos se quedan al lado nuestro, porque la olla tiene que pararse para todo el mundo".
Uno de los siete hijos de Silva, Francisco, de 49 años, pasó 15 transportando coco desde Sousa hacia Recife y Brasilia. En bancarrota, vendió el camión y ahora sueña emigrar hacia Guarujá, en la costa del estado de Sao Paulo. "Esa es mi nueva profesión", dice, con uma sonrisa amarga, apuntando hacia unas gallinas en el patio.
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A 140 kilómetros de Sousa, Sao José de Piranhas (a 480 kilómetros de Joao Pessoa) es otra ciudad sedienta a la espera de socorro del Río San Francisco.
En los últimos meses, las bombas de agua venían funcionando apenas tres días por semana. El 12 de febrero, la represa municipal entró en colapso por segunda vez desde el inicio de la sequía, dejando a sus 20.000 habitantes dependientes de los camiones cisterna de agua. El sistema apenas fue reconectado en marzo, luego de una lluvia fuerte en la región.
En un futuro cercano, la ciudad debe ser abastecida por el reservorio Boa Vista, a 14 kilómetros del centro, que recibirá agua del San Francisco. Para que ello ocurra, aún es necesario construir un acueducto.
Habitante de Rabo da Gata, el barrio más alto de Piranhas, el agricultor José Justino da Silva, de 37 años, se quedó sin agua de red desde setiembre de 2017, cuando la Compañía de Aguas y Cloacas de Paraíba (Cagepa), suspendió el racionamiento por tres días para no perjudicar a Micaranhas, la "micareta" –como se le dice al carnaval fuera de época– de Sao José de Piranhas.
"El agua sobraba, hace muchos años que vivo aquí y nunca me había bañado con la ducha", recuerda Silva, desde la puerta de su casa con techo bajos, tras haber buscado agua de balde en el camión cisterna.
Una vez que la fiesta terminó, el racionamiento volvió y más severo, y los caños se secaron definitivamente en Rabo da Gata. El agua ahora llega por medio de camiones cisterna de la alcaldía, del Ejército o por vendedores particulares, que cobran poco menos de 10 dólares por mil litros (un metro cúbico).
Pero, incluso sin agua, la cuenta sigue llegando. En enero Silva tuvo que desembolsar 40,84 reales (unos 13 dólares) a cambio del viento en las cañerías. El dijo que prefiere pagar y arriesgarse que a que le corten el agua, porque la reconexión cuesta el equivalente a 27 dólares.
En el entorno del reservorio Boa Vista, la expectativa también es grande. El agricultor piranhense Cícero Fernandes, de 39 años, está con la vida quieta hace 2 años, desde que cambió de hacienda, que será submergida cuando la represa recibe el agua de la transposición, por una de las cuatro comarcas productivas construídas para los reasentados.
Fernandes y otros agricultores tienen derecho a lotes de 7 hectáreas, pero apenas 1 hectárea será irrigada. Los demás son de "sequeiro", un término utilizado para áreas agrícolas que dependen de la lluvia.
Mientras no se implemente el proyecto de riego, las familias relocalizadas reciben una ayuda mensual de 1,5 salario mínimo. Fernandes dice que el beneficio alcanza para mantenerse, pero observa que las familias que están fuera del asentamiento se encuentran peor.
Muchos recurren a embarcarse en temporadas de corte de caña de azúcar en Sao Paulo (región sudeste) o convertirse en vendedores ambulantes de ropas en ciudades de los estados de Maranhao o Pará, una actividad llamada "furadinha" en la región.
"Las dificultades aumentaron. Cada año vemos el sufrimiento para la supervivencia humana y animal. Pero el campesino es fuerte, creativo, persistente. El impone su convicción y por eso puede superar las dificultades"
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Coordinador local de Cagepa, Rondynelli Dias dice que la presa muncipal "sangro" (transbordo) por última vez em 2011. Desde entonces, se fue vaciando. En el comienzo de enero, cuando el equipo periodístico estuvo en la ciudad, estaba con apenas 1,6% de su capacidad. A inicios de marzo subió a poco más del 20% a raíz de las lluvias.
Acostumbrado a escuchar reclamos en las calles, Dias afirma que la Cagepa hará un relevamiento sobre las cuentas indebidas de agua.
La sequía prolongada es apenas uno de los problemas del rio Piranhas, el principal de la cuenca. De tan debilitado, ya no logra llegar al mar.
En Sao Bento, a 390 kilómetros de Joao Pessoa, parte de los desechos cloacales viajan a cielo abierto en dirección al lecho fluvial. La ciudad, que es la mayor de las márgenes del rio, tiene solamente el 57% de sus desechos recogidos por el sistema de alcantarillado.
"De nada sirve que el río reciba agua limpia del San Francisco y si va a contaminarse con desechos", afirma el exconcejal Josué Diniz de Araújo, de 69 años, miembro del Comité de la Cuencia Hidrográfica del Rio Piancó-Piranhas-Açu.
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Todavía existe la disputa por el agua. El caso más notorio está cerca del litoral, en la región de Pendencias, a 194 kilómetros de Natal, involucrando a los vecinos y la cría de camarones.
Ex-pescadora del río, Ana Lucia de Souza, de 45 años, dijo que hay quejas contra las empresas camaroneras, acusadas de un uso excesivo del agua. Por otro lado, es la principal fuente de empleo del municipio. "Si no estuvieran estas empresas, no sé de qué se viviría por acá. Es una cosa por la otra".
Nacida em la zona, ella die que antes el río era diferente, con agua y peces: "Era algo hermoso. Hoy da tristeza, sólo se ve vegetación".
Responsable por la gestión de la cuenca por ser inesterestatal, la Agencia Nacional de Aguas (ANA) no puede interferir para resolver el problema del saneamiento urbano. Carlos Perdigao, coordinador de la Superintendencia de Planificación de Recursos Hídricos de la ANA, afirma que la prioridad de la agencia es mejorar la distribución del agua en el semiárido.
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Además de la conclusión de la transposición, Perdigao apunta como obras esenciales la finalización del dique de Oiticica, en Jucurutu, estado de Rio Grande do Norte, y la construcción de un ramal para llevar a la región del Seridó, que enfrenta un proceso desertificación.
En línea semejante, la FGV estima que es necesario ir más allá de la transposición para evitar un daño económico en la cuenca, que en 50 años, puede alcanzar los 7.800 millones de reales. "Cuanto más diversificado sea el conjunto de intervenciones, la región estará menos expuesta a los eventos climáticos", afirma Lambiasi.
El estúdio defende el concepto de "gestión de la incertidumbre" como directriz para minimizar los probables impactos del cambio climático. Las medidas sugeridas incluyen la reducción de las pérdidas en el tránsito de agua entre los reservorios y la búsqueda de actividades económicas y prácticas más alineadas con el semi-árido.
Los investigadores calcularon que, en el caso de que el poder público adopte el conjunto de medidas recomendadas, la reducción del déficit hídrico podrá llegar al 73% y hasta 93% de las potenciales pérdidas económicas serán evitadas.
Paraibano de Sousa está hace poco más de dos años frente al Instituto Nacional del Semi-árido), Salomao Medeiros afirma que uno de los grandes desafíos es llevar la información generada por los estudios hasta los administradores muncipales. Los obstáculos van desde el lenguaje técnico difícil hasta la necesidad de las alcaldías de atender las demandas urgentes de corto plazo.
"Existe también una cuestión cultural nuestra: la esperanza de que va a llover", dice el ingeniero agrícola.
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