Brasil es la puerta de entrada para asiáticos, africanos y caribeños hacia Estados Unidos
Los coyotes, se aprovechan de la laxa política migratoria de ‘puertas abiertas’ del país para dirigir a los inmigrantes a través de la peligrosa ruta hacia la selva de Darién
Las nacionalidades son diversas, al igual que la edad, la motivación y la lengua materna. Sin embargo, todos acaban de atravesar la “selva de la muerte” entre Colombia y Panamá, y han comenzado su largo viaje por América del Sur desde Brasil.
Inmigrantes de África, Asia y el Caribe han estado llegando en números crecientes a través del país, por tierra y aire. Guiados por redes de coyotes, aprovechan la política migratoria brasileña de “puertas abiertas” para entrar en el continente y, por tierra, llegar a la frontera entre México y Estados Unidos.
Sin embargo, en el camino se encuentran con Darién.
En una construcción sencilla de madera en el estrecho pasillo que conduce a la Estación de Recepción Migratoria de Lajas Blancas, uno de los principales refugios para los recién llegados de la selva, la cubana Rossidelyn Hernández Zulueta, de 26 años, trabaja entre el olor a pollo asado, rodeada de neveritas llenas de agua y refrescos.
De alguna manera, tuvo suerte: apenas lleva 24 horas allí y logró encontrar un trabajo temporal en un comercio local por 20 dólares (100 reales) al día. La idea es reunir 80 dólares (400 reales) para que ella y su esposo puedan tomar el autobús que atraviesa Panamá de este a oeste y los llevará a Costa Rica.
En aquel momento, Rossidelyn llevaba 26 días de viaje, que comenzó en Curitiba. Pero la travesía comenzó mucho antes, en mayo de 2023. Aquel mes, la pareja de cubanos, padres de dos niños de 7 y 9 años que quedaron bajo el cuidado de la abuela materna, salieron de Cuba rumbo a Guyana.
Allí, les informaron los coyotes que, si pagaban 800 dólares (4.000 reales), podrían ser llevados a Boa Vista y solicitar refugio en territorio brasileño. Así lo hicieron. En Brasil, recibieron una residencia temporal que les permitía quedarse en el país por dos años. Desde Boa Vista, también con la ayuda de intermediarios, fueron a Curitiba, donde trabajaron durante ocho meses para reunir más dinero.
Rossidelyn fue empleada en churrasquerías, fábricas de productos de belleza y en un distribuidor de Amazon. Hasta que, el pasado 7 de enero, decidió que era hora de partir.
Recuerda su recorrido por América del Sur enumerando las ciudades sin titubear. De Curitiba voló a Boa Vista. Desde allí, por tierra hasta Pacaraima, en la frontera con Venezuela. Luego, pasó por Santa Elena de Uairén, Ciudad Bolívar y Puerto Ayacucho hasta llegar a Colombia, donde pasó por Puerto Carreño, Villavicencio, Bogotá, Medellín y finalmente Turbo, en la costa del Caribe. Tomó una lancha, cruzó el golfo de Urabá y finalmente llegó a Necoclí, puerta de entrada a la selva.
“Vi a dos personas muertas, olía y estaba segura de que había otros cadáveres, pero no miraba a mi alrededor para no caer. Caminaba concentrada en sobrevivir”, cuenta sobre la travesía por Darién.
Rossidelyn es una de los 11.500 cubanos que solicitaron refugio en suelo brasileño el año pasado, el doble en comparación con 2022. Solo los venezolanos interpusieron más pedidos en 2023 (29.400). A ellos les siguen los angoleños (3.900), que también siguen la ruta sudamericana hasta la selva panameña.
Este es el caso de Armando, de 32 años. Natural de Luanda, hace unos meses vivía en el barrio de Republica, en el centro de São Paulo, con su esposa, Julia, de 28 años, y su hijo, Enrique, de 8. Lograron atravesar la selva con Julia embarazada de 4 meses y desembarcaron en una piragua en la estación migratoria bajo la supervisión de los miembros de Senafront, el Servicio Nacional de Fronteras, vestidos con uniformes verde oliva.
?Y por qué Brasil? “Es más fácil obtener el visado”, dice Armando, que trabajaba como limpiador. “Es muy bueno para vivir, pero el salario es bajo. Ya sabes: cuando sales de África, es para ayudar a la familia, así que es difícil”.
Primera parada en el viaje hacia Estados Unidos, el aeropuerto de Guarulhos fue testigo del desembarco de inmigrantes de lugares cada vez más distantes. Entre ellos, nepalíes, vietnamitas, bengalíes, somalíes y, en un contexto bastante particular, afganos.
Escapan del régimen fundamentalista y opresor de los talibanes, y llegan con un visado humanitario otorgado por Brasil. Hace dos años que se pueden ver decenas o incluso cientos de ellos en tiendas de campaña improvisadas en la Terminal 2, esperando una vacante en albergues sociales.
La periodista estuvo allí una semana antes y una semana después de ir a Darién y encontró a las mismas familias esperando la apertura de una casa de acogida en el área metropolitana de São Paulo con 150 plazas, un lugar que debería haber sido inaugurado por el gobierno del Estado en enero.
Una de esas familias es la de M., antiguo jefe de infraestructura del Ministerio de Finanzas de Afganistán, y su esposa, la ginecóloga G., que prefieren no revelar sus nombres. Acompañados por sus dos hijos pequeños, llevaban más de un mes viviendo en una tienda de campaña improvisada con mantas en el aeropuerto.
La pareja no ve Darién como una posibilidad y quiere quedarse en Brasil, pero entiende la decisión de los compatriotas de continuar el viaje, a menudo instigados por coyotes que operan en redes sociales y en la propia terminal.
En el otro extremo de la travesía, en la Estación de Recepción Migratoria de San Vicente, Yasmin, la única de la familia que habla bien inglés, ayuda a sus padres y tres hermanos a comunicarse.
La afgana de 21 años estudiaba periodismo en la Universidad de Kabul, pero tuvo que abandonar la facultad después del regreso de los talibanes, que prohibieron la educación femenina. Su hermana menor, ahora de 18 años, tampoco pudo terminar la escuela. La familia estaba en Irán hasta que recibieron la posible autorización para recibir un visado de acogida en Brasil.
“Además de las restricciones a las mujeres, todo es más difícil para los hazaras”, afirma Yasmin. De origen mongol, la etnia a la que pertenece su familia es considerada la más discriminada por el grupo fundamentalista.
Desde septiembre de 2021, un mes después de que los talibanes tomaran Kabul, hasta octubre de 2023, Brasil emitió alrededor de 10.000 visados de acogida humanitaria para afganos. La política de concesión se ha congelado mientras se actualiza el modelo por parte del Gobierno Federal, sin una fecha para su reanudación.
La gran variedad de nacionalidades que buscan la “selva de la muerte” ha llevado al estado panameño a estar en alerta. Ahora, las estaciones migratorias realizan la biometría de los procedentes de algunos países para descubrir si no están huyendo de condenas.
Según las autoridades locales, de 2013 a 2023 al menos 156 inmigrantes que cruzaron Darién han sido detenidos debido a acusaciones de terrorismo, tráfico de drogas o falsedad documental. Otros 256 fueron arrestados por otros antecedentes penales, como violencia doméstica o robo. La mayoría eran afganos, somalíes y colombianos.
Como parte de esta maquinaria, Brasil también se enfrenta a la necesidad de combatir el crimen. “El país ha sido una ruta para el contrabando de migrantes. Hay redes locales y organizaciones internacionales que lucran con esto”, dice Marina Bernardes, coordinadora general de combate a estos grupos en el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública.
Sin embargo, las medidas de represión aún son casi un tabú para el gobierno brasileño y las entidades humanitarias, ya que existe el temor de criminalizar o castigar a los inmigrantes en uno de los pocos países elogiados mundialmente por su política migratoria.
Reportaje y coordinación Mayara Paixão y Lalo de AlmeidaIDEACIÓN Mayara PaixãoEdição de textos Juliano MachadoEditor de fotografia Otavio ValleEdición de imagen Lalo de Almeida Tratamiento fotográfico Edson Salles y Fabiano VitoEDITOR DE ARTE Kleber BonjoanCOORDINACIÓN DE INFOGRAFÍA Adriana MattosInfografía Gustavo QueiroloDISEÑO Irapuan CamposCOORDINACIÓN DE DESARROLLO Rubens Fernando AlencarDesarollo web Rubens Alencar y PilkerTraducción Azahara Martín Ortega